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31 may 2013

Fotografía, placeres, paciencia


Son muchas las cosas que le debo a la fotografía, sin duda, pero una de las más relevantes es la fijación por observar y disfrutar el mundo que me rodea. Desde un clásico atardecer, hasta la graciosa coincidencia de colores entre alguien que pasa y la pared del fondo.
Ir por la calle con el ojo de fotógrafo (lo reconozco: llevo un visor en mi cerebro) no sólo me permite gozar de la vida, sino también enfrentarme a ella con menos prisa, saboreando lo que está presente e, incluso, lo que podría haber. Y de esto quiero hablar hoy, de la paciencia en la fotografía.

Hacer fotos y esperar son, para mí, dos caras de la misma moneda.  “Curioso mural. Si pasara una chica con carrito….”
Two Women, Two Pushchairs, Two Children
Estos pequeños placeres no se pagan con dinero, en sentido literal (no hay que pagar por ellos) y metafórico (son inigualables). Callejeas por la ciudad, saboreando la vida que fluye, sus rincones, y te quedas esperando la guinda del pastel.
El Born
También la naturaleza te pide paciencia a cambio de placer. No hay nada más gozoso que contemplar la mar, sin más. O los cambios de color del cielo al salir o ponerse el sol. O jugar un rato a que esa solitaria nube se coloque donde tú quieres (bueno, donde le da la gana a ella, pero a ti te gusta jugar a demiurgo)
Happy New Year
Así que espero que la paciencia no me falte, que me siga proporcionando placeres, y que el mundo siga girando con sus graciosas coincidencias.

17 may 2013

Virxilio Viéitez


Esperanza de Covas. Soutelo de Montes, 1960-1961 © Virxilio Vieitez, Vegap, 2013
Esperanza de Covas. Soutelo de Montes, 1960-1961
Salí de la exposición de la obra de Virxilio Viéitez (Fundación Telefónica, Madrid, febrero a mayo de 2013) reconciliado con la fotografía y con el mundo. La muestra de honradez y autenticidad que supone la fotografía del gallego, junto a su indiscutible calidad, lo elevan a la categoría de maestro, en mi modesta opinión. Lo mismo pensó de él en su día Cartier Bresson, que eligió una fotografía suya para su libro de obras favoritas.

Fermín, Avelino, Bautista y Pepiño, Soutelo de Montes, 1957

La obra de Viéitez es, por encima de todo, la obra de un fotógrafo de pueblo que tiene que ganarse el pan. No hay en él una intención artística, ni un trasfondo intelectual. Sin embargo, no es difícil encontrar ecos de Hombres del s. XX, de August Sanders, a pesar de las diferencias notables entre el alemán (una vasta colección con el objetivo casi científico de recopilar un catálogo de tipos de la República de Weimar) y Viétez (un muestrario fruto del trabajo diario en una comarca rural gallega). Y tampoco es difícil encontrar entre la suyas obras maestras que trascienden el trabajo del retratista de bodas, bautizos y comuniones.

Mané del Sastre, Soutelo de Montes, 1968
Sus fotografías son geniales, pero dan la (falsa) sensación de que podría hacerlas cualquiera, porque no se necesita técnicamente nada que no esté a disposición de cualquier fotógrafo. Su obra es extraordinariamente fotográfica, y lo es por dos razones: la primera, porque usa la fotografía para aquello para lo que está especialmente dotada, para mostrarnos el mundo tal cual, sin pretensiones artísticas. La segunda, porque Viéitez es, por encima de todo, una mirada: nos presta sus ojos para asomarnos a su mundo que, tras gozar de sus fotos, es también el nuestro (como lo son el Macondo de García Márquez o el Yoknapatawpha de Faulkner).

Pilar, Maribel y Lola San Martiño de Figueroa, 1960
Sin duda, el nombre de Virxilio Viéitez, sin que él lo hubiera imaginado, ocupa un lugar destacado en la historia de la fotografía en España en el s. XX. Asomarse a su obra es gozar con unas fotografías llenas de vida genuina, realizadas muy lejos de los centros de ebullición cultural y al margen de corrientes, modas o tendencias. Simplemente, pura fotografía de la buena.

Sin título, 1965

Dorotea del Cará. Soutelo de Montes, 1960-1961
Fotografías:© Virxilio Vieitez, Vegap, 2013
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